En
la familia es el primer lugar donde se perpetúan los roles que la sociedad ha
establecido para hombres y mujeres. Numerosos estudios nos demuestran las
diferentes actitudes, comportamientos, etc. que tienen con sus hijos o hijas
según su sexo: a las niñas se les potencia la sensibilidad, el miedo, la
obediencia, la dependencia, la afectividad. A los niños la agresividad, la
competitividad, la independencia…
Incluso
en la escuela algunos educadores y educadoras no se comportan igual con chicos
y chicas. Desde la infancia ellos y ellas también han recibido mensajes
sexistas en todos los ámbitos de la vida, y por tanto, transmiten
inconscientemente lo que han aprendido.
A
veces, los juicios de valor y el discurso del profesorado están mediatizados
por los estereotipos tradicionales; pueden ser propensos a detectar aquello que
están esperando encontrar, por ejemplo pueden tender a creer que las niñas son
más constantes y menos intuitivas que los niños, más ordenadas, más
trabajadoras, más responsables, más maduras.
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