Pretender realizar un estudio
riguroso sobre la literatura Latinoamericana que abarque un panorama global,
completo y complejo sobre la vida y obra de sus representantes, requiere, no
solamente de bases literarias y liricas para analizar tan intrincada visión y
estilo disímil entre cada uno de los escritores americanos, sino también una perspectiva
general-histórica que brinde un soporte contextual a la biografía del autor,
que no solo otorgará fundamentos teóricos para comprender la obra, sino que en
si misma justificara, aclarara y valorará mucho más la producción que nuestros
grandes eruditos coterráneos nos dejaron, no como legado histórico o cultural,
sino más bien como un árbol genealógico que nos indique a qué lugar
pertenecemos, que se piensa en esta tierra y que clase de seres somos en esta
parte del universo donde antes no se sabía escribir, según las reglas europeas
que enclaustraban el alma en una morfosintaxis diacrítica y metódica, pero si se
expresaba con el espíritu, se escribía con el sentimiento honesto y sin miramientos
a la contemplación idílica de la belleza sepulcral que escondían los rituales
al cultismo y a la tergiversación de sentimientos entre otras manías artísticas
propias de Europa.
En América, según la visión de
nuestros vecinos monárquicos, solo existían animales iletrados dispuestos para
labores serviles y doctrinales, por lo que ellos mismos se auto designaron
ilustres embajadores de la cultura y la iluminación, trayendo la encomienda de
Homero y Dante hasta nuestras tierras de llenar de luz los rincones lúgubres de
la ignorancia, y es precisamente esto lo que terminaron haciendo nuestros respetados
hidalgos con nombres falsos y pasados castrados, ignoraban que desde mucho
antes, acá, en la tierra de la libertad, también teníamos un sistema de
escritura, pero a diferencia de ellos, no necesitamos de siglos y siglos de
oscurantismo reservados para una imprenta Gutembergiana que los liberara, sino
que desde el mismo momento de gestación literaria, ya se imprimía el
sentimiento visceral y místico en el alma de un ser fusionado, más que
emparentado, con su tierra. Acá las letras se escriben con tinta sangre, con la
pasión propia en las venas y bajo la inspiración y visión pleyadica de un
merodeador taciturno que valora cada angulo de su rincón en el mundo, cual
espectador Borgiano de un Aleph que conforma cada una de las regiones de una América
indomable, sometida quizás por las armas, pero nunca por las letras.
Por este pequeño error en la
concepción de cultura y conocimiento, se emprendió, en el afán de destruir la
ignorancia, más que por el amor a la educación, el despojo, no solo de nuestros
bienes materiales, sino también de nuestros bienes intelectuales, pues no se puede
valorar lo que no se conoce; y nuestros inquisidores visitantes solo apreciaban
el sonido del oro y no el oro del sonido que emergía de las selvas vírgenes en
cada mente nativa, por lo que la arremetida e imposición de la nueva cultura
occidental trato de apaciguar las olas de un océano que no tenía dueño.
Pronto hombre lucidos, más por el
contacto con el paraíso terrenal americano que por las bases teóricas
aprendidas en sus lustros académicos de antaño, trataron de recuperar la
valiosa herencia que se concibió alguna vez en una tierra que se negaba a
engullir sus hijos en sus propias entrañas, así que la labor de la
reconstrucción inmaterial tomo su tiempo pero dio sus frutos, recuperando
invaluables obras de nuestros antepasados, entre los cuales podemos mencionar a:
Bulira, el Popol Vuh, los poemas de Netzauathl coyotl entre otras piezas que
nos conectan con nuestras raíces ancestrales y permiten a nuestros impávidos
testigos oculares, reconocer que no les debemos nada, que no nos trajeron nada
que no conociéramos, más bien ellos se llevaron y se siguen llevando los
nutrientes y las aseveraciones que les permitieron saber que no estaban solos
en este mundo, que tienen al dios inti para girar en el cuándo ellos aun
pensaban que este giraba sobre ellos, pues esa es su costumbre, seguir los
haces de luz que se manifiestan en el etéreo crepúsculo de su viejo continente,
viejo de tratar de comprenderse, pues no les alcanzo siglos de clasicismo, de
renacimiento, de barroco, ni todo el oro del mundo para poder entender y
responder la pregunta platónica que Inti respondió. Quizás por eso hoy vemos
representantes astrales que con fuerza de atracción mantienen el flujo
constante del universo en devenires cataclísmicos en sus esquemas mentales,
quizás ellos siguen girando alrededor del sol, quizás el sol sigue teniendo
muchos nombres para ellos, quizás el sol hoy por hoy tiene 6 apellidos
reconocidos en sus anales del tiempo: Mistral, Asturias, Neruda, Márquez, Paz y
Llosa.
AUTOR: ARGEMIRO BUSTOS GOMEZ
No hay comentarios:
Publicar un comentario