Eficacia y eficiencia con las evaluaciones de calidad educativa
La eficacia se pregunta por la medida y proporción en que son logrados
los objetivos de la educación establecidos y garantizados en un enfoque
de derechos; es decir, respecto de la equidad en la distribución de los
aprendizajes, su relevancia y pertinencia.
Por ejemplo, la eficacia debe dar cuenta sobre en qué medida los niños
logran acceder y permanecer en la escuela; si son atendidas las
necesidades educativas de todos, incluidos los adultos; del egreso
oportuno de los estudiantes y de si éstos concluyen la educación
obligatoria. Así mismo, del logro de los aprendizajes correspondientes
en cada etapa educativa y de que los recursos y procesos educativos
están asignados y organizados de manera en que sean favorecidos
aprendizajes relevantes y pertinentes; entre ellos, que los estudiantes
participen, se apropien, experimenten y promuevan valores y derechos
fundamentales.
En conclusión, da cuenta de si las metas educativas son alcanzadas por
todos y no reproducen diferencias sociales de partida, traducidas en
una inequitativa distribución de oportunidades y capacidades.
Eficiencia
La eficiencia se pregunta por el costo con que dichos objetivos son
alcanzados. Por lo tanto, es definida con relación al financiamiento
destinado a la educación, la responsabilidad en el uso de éste, los
modelos de gestión institucional y de uso de los recursos. Compromete
un atributo central de la acción pública: que se ejecute honrando los
recursos que la sociedad destina para tal fin, por lo que la obligación
de ser eficiente toca a la garantía de un derecho ciudadano clave.
Desde esta perspectiva, la eficiencia no es un imperativo economicista,
sino una obligación derivada del respeto a la condición y derechos
ciudadanos de todas las personas.
Existe una importante interacción entre las dimensiones de la eficacia
y la eficiencia, ya que los problemas de la primera impactan
negativamente sobre la capacidad para asegurar algunas metas básicas.
Las dificultades expresadas en los problemas de operación del sistema
(referidas al no logro de metas e ineficiencias) se distribuyen de
diferente manera entre los diversos grupos poblacionales, reproduciendo
patrones de desigualdad, exclusión y marginación social que, en último
término, definen una operación inequitativa de los sistemas educativos.
Así, eficiencia y eficacia como dimensiones que atañen a la
instrumentación de la acción pública, se engarzan de modo indisoluble
con las dimensiones sustantivas de relevancia, pertinencia y equidad
las que, en conjunto, definen una educación de calidad para todos.
Desde esta perspectiva, evaluar la calidad de la educación exige un
enfoque global e integral, en el que la valoración de sus diferentes
componentes esté interrelacionada y se alimente mutuamente. De esta
forma, una evaluación desde este enfoque implica hacer un juicio de
valor sobre cómo se desarrolla, y qué resultados genera, el conjunto
del sistema y sus componentes; es decir, desde la estructura,
organización y financiamiento, el currículo y su desarrollo, el
funcionamiento de las escuelas, el desempeño de los docentes y lo que
aprenden los estudiantes en el aula y sus consecuencias en el acceso a
opor tunidades futuras y movilidad social. Un juicio de valor que
alimente la toma de decisiones dirigida a la mejora de los niveles de
calidad y equidad de la educación.
Esta perspectiva está basada, igualmente, en el reconocimiento de que
la educación es una tarea compartida y desarrollada en un sistema que
implica interacciones entre diferentes actores, contextos y
organizaciones. De esta forma, no es posible considerar a los
estudiantes sin pensar en
sus docentes, en las escuelas, en los programas educativos, en la
administración y en el sistema educativo como un todo indisoluble. La
realidad evaluada debe ser referida en su conjunto, no centrándose en
algunos aspectos aislados.
Es así que el desafío para la región consiste en construir y fortalecer
sistemas de evaluación que abarquen diferentes ámbitos de los sistemas
educativos y generen información significativa que permita identificar
aquellos aspectos que están limitando el aprendizaje y la participación
de los estudiantes, el desarrollo de las instituciones educativas y del
funcionamiento del sistema educativo. Una evaluación, en suma, que sir
va para proporcionar a cada escuela los recursos y apoyos que requiere
para atender adecuadamente las necesidades de su alumnado y oriente el
diseño de políticas que atiendan al mandato de la calidad de la
educación.
En este marco institucional, el Laboratorio Latinoamericano de Evaluación de la Calidad de la Educación (LLECE) de la OREALC /UNESCO
Santiago asumió el desafío de generar un espacio de debate y reflexión
para desarrollar modelos de evaluación de la calidad más pertinentes
para la región que, sustentados en un concepto más amplio e integral de
calidad, respondan a las necesidades y demandas actuales.
De este modo, el LLECE revitaliza su función de ser un espacio de
intercambio de nuevos enfoques en evaluación educativa, generando
nuevas ideas, modelos y perspectivas de evaluación de la calidad de la
educación, que orienten a los sistemas de evaluación de la región. Y,
siendo consciente de que éste es un campo de acción que aún tiene mucho
por desarrollar, pone a disposición de la sociedad en general las
reflexiones, debates y opiniones vertidas en esta reunión esperando que
el presente documento sea útil en la búsqueda de rutas para seguir
impulsando mayor reflexión y debate sobre el tema.
Extraído de
Información, participación y enfoque de derechos
Autor Sergio Martinic
Reflexiones en torno a la evaluación de la calidad educativa en América Latina y el Caribe
Laboratorio Latinoamericano de Evaluación de la Calidad de la Educación
Unesco
ARGEMIRO BUSTOS GOMEZ
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